Hoy me desperté entre sueños. Estoy genial, espléndido, maravillado. Me sacó de bostezos un suave mensaje de texto, en mi odioso celular. No pude más que sonreír, soy un hombre sensible, que se conmueve. No soy sólo una cara bonita. O no tan bonita. En fin, decía que me despertó mi teléfono y un tenue comunicado, que hubo de dejar mi boca apenas debajo de mis ojos, mientras mi nariz se elevaba también. Mi piel se puso suave, y aunque esto no sea literalmente cierto, así es como lo sentí. Y para mí, eso es real. Entonces decidí que antes de abrir ese mensaje, pondría música, prendería un sahumerio de naranja, mi favorito, y me haría un café cargado, para comenzar la prematura mañana. El día irradiaba un sol adorable, que me dejó deslumbrado. Mis ojos percibieron cómo las blancas cortinas de lino trazaban figuras abstractas en medio de la habitación, a medida que yo abría la ventana, de marcos patinados que pinté un día solo, que iban desde el beige hasta el blanco, pasando por un atino a cian en medio. Las paredes blancas me hablaban; paredes con dibujos estilo
comics que una ex novia me había ayudado a plasmar un día, mientras no sabíamos qué hacer en una tarde de domingo. Pero decía, las paredes me hablaban... las muchachas en una pared, con la toalla a medio caer y los cabellos mojados, cortos, sobre la sien, me indicaban que debía mirar la pared opuesta. Allí se veía un cerco, casi exasperado por el viento y la naturaleza, con un agujero poco notable, y un par de ojos asombrosos y asombrados, asomados por ahí. Ojos de curiosidad. Las paredes blancas me hablaban. Y me contaban la composición de mi cuarto, mi útero. Mi cama, de doce centímetros de altura, con sus rueditas incluídas, para moverla por toda la habitación liberalmente a mi antojo, me invitaba a pasar a su superficie, colchón abrigo. Colchón. Abrigo. Y así me perdía en el tiempo, en la naturaleza, en la vida, en las situaciones. Pero no olvidaba mi propósito, el mensaje. Mi teléfono mostraba de quien era el mensaje, y ese número sólo podía escribir por dos motivos; el primero, más que seguro no era, podía ser a causa de algún problema, de que necesitase mi ayuda... pero siempre algo me dijo que no me buscaría a mí, así que desterré esa chance. Luego, la segunda opción... No. Decidí abrir el mensaje y dejar que la alegría copara aún más mi territorio... Así que tecleé...
"Lo siento, estás despedido."Y sonreí, y fingí ser libre y corajudo. Cuando en realidad, me costó varias semanas, diría cinco, poder despegar. Y no despegué, me despegaron. Pero sonreí.~