sábado, 13 de febrero de 2010

Sueñitos locos.


Acá va un cuento, sobre un sueño que tuve hace muy poco... Hace unas horas. En parte apestó, yo me asusté, porque se trata de un buen amigo. Pero no tanto. Porque lloré. Y llorar me gusta, me hace sentir viva.

...


Ahí estaba otra vez. Era la misma escena y se sentía igual de real. Nuestros cinco dedos tímidos corrían con rapidez, unidos al ritmo de una comunicación que no requería de crédito, batería o señal. La madrugada había quedado atrás, nos habíamos adentrado en una cálida y vaporosa mañana, como la última vez que jugamos. Ahí te escuché.
No sé en qué momento llegaste allá. Mucho menos el procedimiento. Todo sucede tan rápido en los sueños, que a veces da miedo.
Tu voz, poco tibia, manejaba nuestras manos como gustaba, para decir todo aquello que debías decir.
Tenía un traductor, pero para mí, ahí estabas vos. Creí poder escucharte, pero me dicen que eso no es posible. Yo hablaba con vos, y vos lo hacías conmigo. Era directo. Sabíamos perfectamente lo que queríamos decir. Y sé que estabas ahí.
Alrededor de mis labios, mi piel se cubría de manchitas coloradas, y mi rostro, entero, totalmente húmedo, sabía a sal. Sangré lágrimas como pocas veces.
"¿Estás triste? ¿Te hace mal? ¿Querés que la cortemos acá?" preguntó mi traductor.
"No, por Dios. Sigamos." yo respondí.
Entonces me pareció encontrar tu aroma. Me pareció que me envolvía, por un momento. Te preguntamos si querías decir algo.
"T-U-S-B-E-S-O-S-E-N-M-I-S-O-J-O-S-N-O-L-O-S-O-L-V-I-D-O" deletreaste, así, atolondrado pero clarísimo.
Sentí algo de vergüenza, eso es realmente innegable. Había más personas ahí, lo que me llevó a experimentar un leve sonrojo.
Temblé y lloré más fuerte aún. Las gotas saladas no esperaban ya su turno, se yuxtaponían como gustaban, mientras mis ojos se llenaban de color rojo.
De un momento a otro, la mañana se nos había pasado, hablándonos. Cual charla nocturna, café de por medio, que arriba ahí, donde se despierta el sol y se posa justo en el medio.
Debíamos irnos, y mi traductor ya nos había informado de nuestros quereres respectivos y recíprocos. Te extrañé. Te quise.
Preguntamos si podíamos retirarnos, y dijiste que ojalá yo no pudiera. Pero sí pude.
Lamentablemente.
Así que levanté mi torso cansado y nauseabundo, y me senté sobre mi cama. Y sí, trillado como pueda ser, sí lo soñé. Lo curioso es que, al despertar, lo seguí soñando.
Creo que aún lo estoy soñando. Lo que sí sé es que la piel de mi rostro todavía me sabe a sal. Y que por vos, sangré lágrimas como pocas veces. Dormida y despierta.
Pero tienen su dulzura, no te creas. Aunque vos debés saberlo.
Me voy a dormir.~